sábado, 29 de septiembre de 2007

Washington Delgado


Washington Delgado (Cusco, 1927) ingresó a la Universidad Católica para seguir estudios de Letras y Derecho. Ingresó a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, ddonde obtuvo los grados de Doctor en Literatura (1969).Desde 158 se dedicó a la docencia universitaria. Fue ganador del Premio Nacional de Poesía en 1953. Obtuvo el Primer Premio en el Concurso Copé de Cuento (1979), con el cuento La muerte del doctor Octavio Aguilar, y del premio “Juan Mejía Baca” (1996) por su labor creativa.
Entre sus publicaciones cuenta con: Días del corazón, Para vivir mañana, Parque, Tierra extrajera, Destierro por vida, Un mundo dividido, Historia de la literatura republicana, Literatura colonial. De amarilis a Concolorcorvo, entre otros.
Falleció en la ciudad de Lima el 6 de setiembre de 2003.


PARA VIVIR MAÑANA

Mi casa está llena de muertos
es decir, mi familia, mi país,
mi habitación en otra tierra,
el mundo que a escondidas miro.

Cuando era niño con una flor
cubría todo el cielo.
¿De qué cuerpo sacaré ahora sombra
para vivir con un poco de ternura?

Escucharé a los muertos hablar
para que el mundo no sea como es
pero debo besar un rostro vivo
para vivir mañana todavía.

Para vivir mañana debo ser una parte
de los hombres reunidos.
Una flor tengo en la mano, un día
canta en mi interior igual que un hombre.

Pálidas muchedumbres me seducen;
no es un instante de alegría o tristeza:
la tierra es ancha e infinita
cuando los hombres se juntan.

(De Para vivir mañana)


CANCIÓN DEL DESTIERRO

En mi país estoy,
en mi casa, en mi cuarto,
en mi destierro.

Leve es el crepúsculo. Apenas
si las cosas existen:
mis libros en el suelo, tibio el aire
encerrado en la luz escondida
en sus hilos de alambre.

Me rodea el silencio y
-alguna vez-
es alegre el destierro.

Cuando acaba la noche,
brota el cielo y se asoma
a mi ventana,
el aire me entristece
y enciendo el cigarrillo
del destierro.

A raudales entra la luz:
brilla en mis ojos, se empoza
en las almohadas,
estalla
sobre un vaso con flores
en mi mesa.
Yo vivo sin cesar
en el destierro.

(De Destierro por vida)


UN CABALLO EN LA CASA

Guardo un caballo en mi casa.
De día patea el suelo
junto a la cocina.
De noche duerme al pie de mi cama.
Con su boñiga y sus relinchos
hace incómoda la vida
en una casa pequeña.
¿Pero qué otra cosa puedo hacer
mientras camino hacia la muerte
en un mundo al borde del abismo?
¿Qué otra cosa sino guardar este caballo
como pálida sombra de los prados
abiertos bajo el aire libre?
En la ciudad muerta y anónima,
entre los muertos sin nombre, yo camino
como un muerto más.
Las gentes me miran o no me miran,
tropiezan conmigo y se disculpan
o maldicen y no saben
que guardo un caballo en mi casa.
En la noche, acaricio sus crines
y le doy un trozo de azúcar,
como en las películas.
Él me mira blandamente, unas lágrimas
parecen a punto de caer de sus ojos redondos.
Es el humo de la cocina o tal vez
le desespera vivir en un patio
de veinte metros cuadrados
o dormir en una alcoba
con piso de madera.
A veces pienso
que debería dejarlo irse libremente
en busca de su propia muerte.
¿Y los prados lejanos
sin los cuales yo no podría vivir?
Guardo un caballo en mi casa
desesperadamente encadenado
a mi sueño de libertad.

(De Historia de Artidoro)


TE ESTOY PERDIENDO

Te estoy perdiendo
en cada voz que escuchas,
en cada rostro que contemplas,
en cada gesto tuyo,
en cada lugar
que recibe a tu cuerpo.
Ser como la luz
que te envuelve, por la que dejas
un retazo de sombra. Ser
como la noche que te obliga
a un pensamiento, a un deseo,
a un sueño.
Ser una materia leve,
una corriente extensa
que te persiga siempre.
No ser esto que soy
y que te está perdiendo.

(De Formas de la ausencia)

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